El retablo cerámico de San Fernando puede ser datado a mediados del siglo XVIII según se concluye del análisis de algunas características. Se trata de una pieza realizada con la técnica del azulejo pisano o pintado, compuesto por baldosas cuadrangulares, cuyas medidas rondan indistintamente entre los 13 y 14 cm., como es común en la época. Siguiendo el procedimiento creativo del momento, la composición de la obra resulta claramente deudora del ámbito de la estampación y del grabado: aparece presidido por la figura hierática y frontal del Rey Santo con un esbozo de paisaje en el primer término y levemente al fondo. Estos planos se resuelven con los ocres y azules sobre blanco de influencia talaverana que se mantuvo en la cerámica dieciochesca sevillana, hasta el punto de que los ceramistas que trabajaban entonces en la ciudad eran conocidos como los talaveranos. En el detalle del árbol que da testimonio de existir un paisaje de fondo, se advierte la permanencia de la influencia flamenca de los motivos estilizados motivos vegetales de los azulejos de Amberes y Delft que, a su vez, imitaban las manufacturas chinas del siglo XVI. Finalmente, está enmarcado por una moldura azul con rocallas y roleos ornamentales.